Palabras del cardenal Mario Poli (*), arzobispo de Buenos Aires,
en el homenaje al padre Carlos Múgica
(Parroquia Cristo Obrero, 11 de mayo de 2014).
Vamos a llamarlo con su nombre de bautismo, en primer lugar porque así Dios lo hizo su hijo: Carlos Francisco Sergio Múgica. Recién me decía monseñor Joaquín Sucunza que lo conoció mucho en el seminario, jugó al futbol con él.
Y comenzaré citando al Buen Pastor, porque hoy es el día del Buen Pastor, todos los cristianos lo celebramos hoy. Así que vamos a escuchar unas palabritas del Buen Pastor y se la dedicamos al Padre Carlos.
“Felices los que son perseguidos por practicar la justicia. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos cuando se los calumnie en toda forma a casusa de mí. Alégrense y regocíjense, entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo. De la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”, dice el Evangelio de San Mateo en las Bienaventuranzas.
Y también recordamos esta frase del Buen Pastor: “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”. Que difícil que es dar la vida!
Nosotros sabemos que el martirio es un don. No se puede buscar un don, un regalo de Dios. Es un regalazo también para la Iglesia y para el Pueblo de Dios. El homicidio del Padre Múgica fue un verdadero martirio. Mártir de veras por la causa de los pobres. Así lo revelan los cuadritos que cuando entramos en las casas, en las villas, en los altarcitos, al lado de la Virgen de Luján, de San José, de San Expedito, siempre hay un cuadrito del Padre Múgica. Creo que es el mejor recuerdo, el recuerdo doméstico, los familiares, los que tienen en las casas. Ahí sí que se le reza, se lo quiere, se lo recuerda con cariño.
Yo lo conocí muy poquito. Venía a jugar al futbol cuando era seminarista y, como soy pata dura, no me animaba a jugar. Él jugaba tan bien!
Nos veíamos todos los miércoles, por la tarde. Poco lo escuché. Sabía que estaba en la villa. Pero conocí un amigo de él, que todavía vive. El padre Héctor Botán, que fue coordinador y además responsable y referente de los curas villeros de esa época. El padre Botán me decía en un momento dado que ya estaba la sentencia en el aire del Padre, las amenazas que iban y venían. Decía el padre Botán que la familia le decía: Carlos, ándate del país! Y la respuesta del Padre Carlos quedó grabada en la memoria del Padre Botán. Decía el Padre Carlos: “¿Dónde se ha visto que un pastor abandone a su pueblo?” Por eso estamos aquí
Algunos frutos de su martirio. Él pensaba que tenía que urbanizarse las villas pero no como quieren algunos, sino que tenían que integrarse realmente. Ser un barrio más. Ser respetados. Aquí se vive, se ama, se trabaja. Por eso nuestro cardenal Jorge Bergoglio destinó a las villas muchos curas, para que haya presencia de la Iglesia y para que acompañen, como acompañaba el Padre Carlos, este proceso de unidad, de comunión, de vida, para que este pueblo también camine al reino pero con justicia, con paz, con trabajo.
El Padre Carlos tuvo gran fe en Dios. Amar a Dios por sobre todas las cosas y amar a su pueblo.
Y yo les decía: el fruto de su martirio es el Seminario San Juan Bosco. Es un semillero de curas. Había un antiguo padre de la Iglesia que decía: a los cristianos, cuando nos matan, nos dan vida, nos convierten en semillas. Y ya saben que la semilla se multiplica hasta el infinito. Ahí hay una semilla que prendió, muy linda, donde se están formando futuros curas y salidos de las villas.
Le damos gracias a Dios por la vida del Padre Carlos. Le pedimos que nos bendiga, que sigamos su ejemplo de entrega a su pueblo, de entrega a los demás. Que el Señor nos conceda, al menos, esta gracia. Que tengamos un corazón generoso, que nos respetemos como hermanos –que es lo que él quería- porque todo cura quiere esto: en el fondo somos hijos de un mismo Padre, enseñamos el Padre Nuestro, pero a veces no nos comportamos como hermanos, no?
El Padre Carlos enseñó las oraciones, bautizó, celebró tantas misas, casó, acompañó a alguien morir… se entregó de poquito, y el Señor le regaló el don del martirio.
Que el Señor nos conceda esta gracia y que sigamos su ejemplo.
Padre Carlos, gracias por tu vida y por tu entrega.
Finalmente, yo me imagino al Padre Carlos en el cielo. Estos días vi un libro por ahí echando la culpa a alguien por ahí de su homicidio, vaya a saber? En algún momento se hará justicia. Pero, supongamos que el Padre Carlos reciba a alguno de sus homicidas en el cielo. ¿Qué le va a decir? Él es cura!! Le daría la mano. Lo que está pidiendo es que se convierta, que se arrepienta de lo que ha hecho. Eso es lo que pensamos los curas. Y en el corazón de él está eso.
No queremos venganza de nadie. Queremos que se arrepienta y que se salve y que podamos compartir en el cielo. Y me imagino al Padre Carlos abrazándose (si alguno dejó de hacer sombra) con sus homicidas, seguro que se va a encontrar con él.
Que el Señor conceda a todos este corazón de paz, de paz para todos. Especialmente para nuestras villas.
(*) Card. Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires
www.aica.org.ar - 110514
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**Visita: http://elportaldeolgaydaniel.blogspot.com.ar/
Vamos a llamarlo con su nombre de bautismo, en primer lugar porque así Dios lo hizo su hijo: Carlos Francisco Sergio Múgica. Recién me decía monseñor Joaquín Sucunza que lo conoció mucho en el seminario, jugó al futbol con él.
Y comenzaré citando al Buen Pastor, porque hoy es el día del Buen Pastor, todos los cristianos lo celebramos hoy. Así que vamos a escuchar unas palabritas del Buen Pastor y se la dedicamos al Padre Carlos.
“Felices los que son perseguidos por practicar la justicia. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos cuando se los calumnie en toda forma a casusa de mí. Alégrense y regocíjense, entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo. De la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”, dice el Evangelio de San Mateo en las Bienaventuranzas.
Y también recordamos esta frase del Buen Pastor: “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”. Que difícil que es dar la vida!
Nosotros sabemos que el martirio es un don. No se puede buscar un don, un regalo de Dios. Es un regalazo también para la Iglesia y para el Pueblo de Dios. El homicidio del Padre Múgica fue un verdadero martirio. Mártir de veras por la causa de los pobres. Así lo revelan los cuadritos que cuando entramos en las casas, en las villas, en los altarcitos, al lado de la Virgen de Luján, de San José, de San Expedito, siempre hay un cuadrito del Padre Múgica. Creo que es el mejor recuerdo, el recuerdo doméstico, los familiares, los que tienen en las casas. Ahí sí que se le reza, se lo quiere, se lo recuerda con cariño.
Yo lo conocí muy poquito. Venía a jugar al futbol cuando era seminarista y, como soy pata dura, no me animaba a jugar. Él jugaba tan bien!
Nos veíamos todos los miércoles, por la tarde. Poco lo escuché. Sabía que estaba en la villa. Pero conocí un amigo de él, que todavía vive. El padre Héctor Botán, que fue coordinador y además responsable y referente de los curas villeros de esa época. El padre Botán me decía en un momento dado que ya estaba la sentencia en el aire del Padre, las amenazas que iban y venían. Decía el padre Botán que la familia le decía: Carlos, ándate del país! Y la respuesta del Padre Carlos quedó grabada en la memoria del Padre Botán. Decía el Padre Carlos: “¿Dónde se ha visto que un pastor abandone a su pueblo?” Por eso estamos aquí
Algunos frutos de su martirio. Él pensaba que tenía que urbanizarse las villas pero no como quieren algunos, sino que tenían que integrarse realmente. Ser un barrio más. Ser respetados. Aquí se vive, se ama, se trabaja. Por eso nuestro cardenal Jorge Bergoglio destinó a las villas muchos curas, para que haya presencia de la Iglesia y para que acompañen, como acompañaba el Padre Carlos, este proceso de unidad, de comunión, de vida, para que este pueblo también camine al reino pero con justicia, con paz, con trabajo.
El Padre Carlos tuvo gran fe en Dios. Amar a Dios por sobre todas las cosas y amar a su pueblo.
Y yo les decía: el fruto de su martirio es el Seminario San Juan Bosco. Es un semillero de curas. Había un antiguo padre de la Iglesia que decía: a los cristianos, cuando nos matan, nos dan vida, nos convierten en semillas. Y ya saben que la semilla se multiplica hasta el infinito. Ahí hay una semilla que prendió, muy linda, donde se están formando futuros curas y salidos de las villas.
Le damos gracias a Dios por la vida del Padre Carlos. Le pedimos que nos bendiga, que sigamos su ejemplo de entrega a su pueblo, de entrega a los demás. Que el Señor nos conceda, al menos, esta gracia. Que tengamos un corazón generoso, que nos respetemos como hermanos –que es lo que él quería- porque todo cura quiere esto: en el fondo somos hijos de un mismo Padre, enseñamos el Padre Nuestro, pero a veces no nos comportamos como hermanos, no?
El Padre Carlos enseñó las oraciones, bautizó, celebró tantas misas, casó, acompañó a alguien morir… se entregó de poquito, y el Señor le regaló el don del martirio.
Que el Señor nos conceda esta gracia y que sigamos su ejemplo.
Padre Carlos, gracias por tu vida y por tu entrega.
Finalmente, yo me imagino al Padre Carlos en el cielo. Estos días vi un libro por ahí echando la culpa a alguien por ahí de su homicidio, vaya a saber? En algún momento se hará justicia. Pero, supongamos que el Padre Carlos reciba a alguno de sus homicidas en el cielo. ¿Qué le va a decir? Él es cura!! Le daría la mano. Lo que está pidiendo es que se convierta, que se arrepienta de lo que ha hecho. Eso es lo que pensamos los curas. Y en el corazón de él está eso.
No queremos venganza de nadie. Queremos que se arrepienta y que se salve y que podamos compartir en el cielo. Y me imagino al Padre Carlos abrazándose (si alguno dejó de hacer sombra) con sus homicidas, seguro que se va a encontrar con él.
Que el Señor conceda a todos este corazón de paz, de paz para todos. Especialmente para nuestras villas.
(*) Card. Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires
www.aica.org.ar - 110514
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