El siglo VII es, sin ninguna clase de duda, el siglo de oro, en la comunidad cristiana de Mérida. Consecuentemente la vida monástica fue floreciente: cuna de futuros prelados y cantera de santos.
En tiempos del rey Leovigildo, vino de las regiones del África a la provincia de Lusitania un abad por nombre Nancto. Fray Justo Pérez de Urgel amplía noticias sobre este personaje y su monasterio.
Por el libro de "Las Vidas de los Santos Padres de Mérida" sabemos de su vida monástica: por una parte, su aislamiento del mundo, en especial de las mujeres, como revela el encuentro a través del diácono Redempto en la Basílica eulaliense con la piadosa y noble viuda, llamada Eusebia, tras mucho rogarle; por otra, su retirada a un lugar desértico con unos pocos hermanos.
Empezó a brillar por su fama de santidad debido a sus muchas virtudes. El calendario español de Sainz de Baranda lo incluye entre los santos.
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