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"Otro Génesis posible" - La novela de Daniel Galatro

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viernes, 20 de enero de 2012

LA NUEVA CENSURA Y LOS SECRETOS DEL OPUS DEI

Por Gastón Pardo en RazonEs de Ser
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El requerimiento del juzgado español número 10 de lo Mercantil, obliga en medidas cautelares a la asociación de las víctimas del Opus Dei denominada opuslibros.org a retirar de la mirada pública una serie de documentos cuya autoría intelectual reclama esa discutida organización religiosa. La jueza decidirá la retirada, definitiva o no, a opuslibros.org y a su directora de las obras que pide el Opus Dei.
La jueza sin oír a la parte pasiva, ha accedido de manera cautelar a la petición del Opus.
Ninguna de las obras que he tenido que retirar, están registradas dice opus libros y así lo certifica el Registro central de la propiedad intelectual, certificado que opuslibros.org tiene en su poder. Y es lógico que no estén puesto que son secretas y el Opus Dei ha tenido mucho cuidado siempre de que no salieran a la luz. Ellos intentan desviar el tema basándose en la "propiedad intelectual" sobre los textos; a la que Opuslibros.org opone con energía la libertad de expresión. Las víctimas de atrocidades por parte de esa institución se han agrupado en opuslibros.org en contra de la censura, el secretismo y el engaño.
El Opus Dei es una organización secreta como lo es toda asociación religiosa cuyos votos son pronunciados de manera individual y fuera de la vista pública, y esto asimismo queda claro en el curso del litigio en que se enfrenta a opuslibros,org. Las asociaciones secretas están prohibidas por la ley española y estamos hablando de que la mayor parte de las obras cuyo retiro del dominio público se pide por vía judicial, son normativas, reglamentos, instrucciones... que regulan el funcionamiento interno de la institución y la vida de los miembros dentro de ella.

La tutela de la honra y la defensa del honor

La universidad del Opus Dei ha alterado el orden jurídico en países de raíz hispánica como México. La diferencia entre honor y honra era muy clara en ese país cuando se hablaba del alcance de la tipificación y la penalidad de los delitos de difamación y calumnias, que eran conductas antijurídicas incluidas, previstas, casi con el mismo tenor en los códigos penales de las entidades federativas denominadas estados.
Cada poder legislativo estatal había integrado en su legislación penal los delitos de calumnias y difamación, que fueron considerados durante muchos años armas defensivas suficientemente poderosas y eficaces en defensa de la honra y de la fama de los ciudadanos.
El honor, entonces se decía, no podía ser tutelado por el estado porque a diferencia de la honra, carece de un agente visible susceptible de desvanecerla. La honra si cuenta, en cambio, con un agente y por lo tanto se trata de un bien que puede y debe ser tutelado.
De súbito apareció en México como ave de mal agüero una periodista española con formación jurídica, procedente de una universidad española del Opus Dei, Ella propuso en la tribuna de una universidad clerical que se adoptara en las legislaciones modernas la defensa del honor. No faltaba más. Sobre la base de sus puntos de vista comenzaron a modificarse las legislaciones locales para dar entrada a los puntos de vista modernizadores que anunciaba la conferenciante. Sus conceptos fueron bien recibidos por los políticos oportunistas del PRI y del PAN como innovaciones indiscutibles para la formación de estados tecnológicamente dispuestos de cara al futuro.
Pero no sólo eso. Los políticos mexicanos emprendieron las modificaciones siguiendo dos rutas: establecieron la figura jurídica del daño moral como parte de la legislación civil, fijando la pena pecuniaria al responsable de atacar el honor de una persona. La segunda fue la derogación de los delitos de difamación y calumnias, que antes formaban parte de los códigos penales regionales.
Lo que se logró con estas reformas legales fue que a partir de la entrada en vigor de la nueva figura de derecho civil llamada daño moral, y la concomitante derogación de los delitos de difamación y calumnias, fue que el ejercicio de oposición a todo tipo de ofensas, bajo la forma de defensa del honor redujo a un círculo muy restringido el número de personas capaces económicamente de defenderse de esa manera, es decir, el número de querellantes se reduce a quienes tengan el dinero suficiente para defenderse con un abogado de los ataques de los adversarios. Sólo una oligarquía puede defenderse con el daño moral puesto a su servicio.
En contrapartida, las personas de escasos recursos dejaron de contar con la asesoría del fiscal para hacer valer por la vía penal sus reclamos en tratándose de difamación y calumnias. La representación social a cargo del fiscal en esas materias dejó de servir. Los pobres dejaron de defenderse porque sencillamente en la república mexicana opudeísta la defensa se ha transformado en un derecho exclusivo de unos cuantos, como ha sido el caso de la revista mexicana Letras libres, a la que la Suprema corte de justicia le asignó el triunfo contra la parte quejosa, el diario La jornada, que se defendió de haber sido acusada por la revista de respaldar a los terroristas de ETA. Pero resultó que, según la Corte, sólo los de Letras libres tienen honor.

El secreto del Opus Dei

El Opus Dei sólo tiene un secreto digno de ese nombre, que no es desvelado por los documentos censurados; es el concerniente a la cooptación con que resultó beneficiada la “Obra” hacia el final de la guerra civil española, por parte del general Francisco Franco, para que un grupo numeroso y clérigos seculares y de estudiantes y profesionales que se habían arrogado ese nombre, se encargaran de cubrir las plazas de profesores que en un ochenta por ciento salieron de España al exilio ese año.
Ese secreto suele ser cubierto con el misterio y para mantenerlo fuera de la vista del público, se habla de un milagro. Un milagro transformó al Opus Dei en una de las fuerzas rutilantes del régimen franquista. Pero ese milagro tiene el nombre de un militar. Nadie puede ser tan tonto para creer que las instancias celestiales operaron el milagro de manera directa. Desde el siglo XVII las nuevas disposiciones milagrosas incluyen la asistencia de terceros de carne y hueso para llevarse a cabo. Como hemos dicho, se trató de un militar el que medió ante Franco para que el Opus Dei se implantara en España, primero en la educación, en seguida en los negocios turbios como Matesa y, finalmente, al frente de los servicios de inteligencia en la vicepresidencia del gobierno en la época de Carrero Blanco.

La imprenta y la red

Érase una vez un grupo de cristianos cismáticos, los llamados «valdenses»; el grupo lo había fundado en el siglo XIII un habitante de la ciudad de Lyon llamado Pierre Valdo. Era algo así como una prefiguración del protestantismo, y en Francia, ese grupo terminó emparentado con los calvinistas. El caso es que esa gente quería fundamentar sus posiciones socioeconómicas sobre la Biblia, para lo cual necesitaban una versión de la misma en lengua vulgar.
Eran los tiempos en que balbuceaba la imprenta (1452-1455). Mandaron a imprimir su Biblia en 1535 cerca de Neuchâtel, en Suiza, y se difundía en los mercados. Cuando el rey de Francia se enteró de tan espantosa innovación, decidió en el acto prohibir la diabólica «prensa », es decir el hecho de imprimir. Sólo se pudo imprimir, a partir de entonces, los libros que llevaran la mención « impreso por privilegio del rey », es decir después de previo acuerdo con el monarca o algún otro personaje principal del reino. Es así cómo gran parte de la vida intelectual francesa, incluyendo a Descartes, terminó expresándose mediante escritos impresos en el ex granjero, impresos que entraban de contrabando en Francia. La llamada « censura previa » estaba controlada por un « gabinete negro » cuya función y composición eran secretas.
La censura previa se mantuvo vigente hasta la ley sobre la prensa de 1881, que al fin instauró un régimen de libertad, pero bajo control.
Así es cómo en Francia está prohibido publicar el menor volante o cartel sin mencionar el nombre del impresor, lo cual permite a la policía investigar hasta descubrir el nombre del autor del texto impreso. Las imprentas, hasta hoy en día, son centros de reunión policial. Nadie comenta jamás que la policía vigila que un documento salga de la imprenta.
En 1937-38, bajo el gobierno del Frente Popular en Francia, fueron emitidos varios decretos tendentes a limitar la libertad de imprimir, especialmente los textos que pudiesen catalogarse de origen foráneo.
Para estos casos, decidía a su antojo una instancia ministerial. Esta medida antidemocrática instaurada por la izquierda del momento fue abolida de la reglamentación francesa hace apenas unos años, en Francia, gracias a la labor de abogado revisionista Eric Delacroix. Y son miles los libros y periódicos prohibidos en Francia por decisión ministerial sin explicación.
La reacción del poder en Francia de cara a internet, la fantástica innovación inesperada en cuanto a su alcance, es idéntica a la reacción de los antiguos regímenes, el de Luis XVI y el de Francisco Franco o Felipe González, lo mismo da, ante la imprenta y el internet: prohibir. Prohibir es la consigna cotidiana del poder.
Prohibir primero y más que nada lo que ponga en tela de juicio las bases del poder, las ideas sobre las cuales se apoya, la versión de la historia que le complace, los datos científicos elegidos por el poder con vistas a desarrollarlos en el futuro [eliminando otros aportes científicos]. Es la tradición de un poder que odia a los que lo juzgan y que rechaza cualquier debate. Se pensó un tiempo en obligar a registrarse a cualquier persona que se expresase en el internet. Pero la gente se limitó a sonreír ante esa pretensión. No obstante, la alta burocracia no ha cesado de elaborar proyectos imaginativos para poner al internet bajo control, en estos últimos diez años.
La oligarquía europea, firme en sus privilegios, no soporta la idea de que cualquier ciudadano pueda dar su parecer sobre tal o cual aspecto de la vida del país, y está muy preocupada por lo que pasaría si se revelasen las innumerables canalladas susceptibles de ser perpetradas por quienes se aferran al poder. Tal es el caso del Opus Dei en España Tal es el caso de la judicatura española que solapa la arbitrariedad y las leyes especiales.
Pero los proyectos de control de internet, elaborados bajo la presión de la actualidad, se convierten en disparates imposibles de concretar porque sus objetivos son contradictorios. Así dan lugar a debates sin fin entre gente que no sabe nada del tema.
Tienen un objetivo elemental e inmediato, que es el de limitar los riesgos políticos, pero la efervescencia de internet, su estructura acéfala, concebida por el Pentágono para resistir los asaltos, la creatividad incesante de los internautas, a quienes el general mexicano Roberto Badillo intenta convertir en formación política, vuelven obsoletos los proyectos de control antes siquiera que terminen de precisarse técnicamente. Los técnicos, los que hacen que la maquinaria funcione, observan con escepticismo porque están convencidos de que el público finalizará regulando el empleo del net, sobre la marcha, mucho mejor que los payasos que preparan leyes para calmar sus angustias personales.
La libertad es una cosa corrosiva, es cierto. Esto ya lo han aprendido los de opuslibros.org
Ahora tendrá que aprenderlo el régimen español que es semillero de jueces desnaturalizados.



Cortesía del autor

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