El doctor Montes, de cuya práxis médica no voy a decir lo que pienso para evitarme una querella, quiere que los médicos ayuden a los españoles a quitarse de en medio en cuanto estos lo pidan.
Dice que:
La muerte es una de las pocas verdades absolutas que existen, nos vamos a morir todos, entonces que mejor que ya que es inevitable sea una muerte en paz, en equilibrio, con despedida, lo más confortable posible, así lo piensan el 90 por ciento de los ciudadanos, según las encuestas de opinión.
Sinceramente dudo que haya un diez por ciento de españoles que deseen morirse entre dolores espantosos, sin despedirse de sus seres queridos y de la manera más incómoda posible. Es decir, que no se moleste en dar un porcentaje. Todo el mundo está de acuerdo con sus palabras.
Ahora bien, una cosa es morirse y otra pedir que te maten. Una cosa es pedir que te den todos los cuidados paliativos al alcance de la medicina y otra muy distinta es reclamar a los médicos que te pongan una sedación mortal que te lleve al otro barrio.
Dice este “doctor":
La vida, que es el mejor bien graciable que tenemos, en algunos momentos determinados se puede convertir en un mal indeseable y se trata de que tengas derecho a apearte.
Eso es una apología no solo de la eutanasia sino del suicidio. Porque no solo se sufren por una enfermedad física. Hay quienes están sanos de cuerpo pero creen, por las razones que sean, que la vida es repugnnate y no merece la pena ser vivida. Y no me imagino a un psiquiatra o un psicólogo dándole un cóctel de pastillas para que se quite de en medio.
El sufrimiento, nos guste o no, forma parte de la vida humana. Los médicos están para moderarlo todo lo que sea posible, no para matar a quien ya no quiere vivir.
Porque, además, bien sabemos que los defensores de la cultura de la muerte, como ese ese señor, no se conformarán con la eutanasia. Llegará el día en que quieran quitar de en medio a los ancianos que han perdido ya el uso de razón. En Holanda hay personas mayores que tienen miedo de ir a los hospitales para que no les hagan “el favor” de adelantar drásticamente su muerte.
Podemos estar, y estamos, contra el encarnizamiento terapéutico. Pero con mayor razón estamos y estaremos contra los que en vez de ayudar a morir, matan al enfermo. Tanto si el enfermo lo pide como si no.
Por si acaso me veo en la tesitura de que alguna de mis enfermedades me lleve a un sufrimiento insoportable, aviso de antemano: que ningún doctor Montes me adelante la muerte. Que ya le ofreceré a Dios mis dolores como hizo mi madre, la cual pasó los últimos años de su vida con mucho sufrimiento, llegando a estar ingresada en una unidad del dolor. Y, por supuesto, me encargaré de decírselo a mis hijos si llega el caso. Visto lo que se nos viene encima, recomiendo al resto de católicos que haga lo mismo.
La muerte es una de las pocas verdades absolutas que existen, nos vamos a morir todos, entonces que mejor que ya que es inevitable sea una muerte en paz, en equilibrio, con despedida, lo más confortable posible, así lo piensan el 90 por ciento de los ciudadanos, según las encuestas de opinión.
Sinceramente dudo que haya un diez por ciento de españoles que deseen morirse entre dolores espantosos, sin despedirse de sus seres queridos y de la manera más incómoda posible. Es decir, que no se moleste en dar un porcentaje. Todo el mundo está de acuerdo con sus palabras.
Ahora bien, una cosa es morirse y otra pedir que te maten. Una cosa es pedir que te den todos los cuidados paliativos al alcance de la medicina y otra muy distinta es reclamar a los médicos que te pongan una sedación mortal que te lleve al otro barrio.
Dice este “doctor":
La vida, que es el mejor bien graciable que tenemos, en algunos momentos determinados se puede convertir en un mal indeseable y se trata de que tengas derecho a apearte.
Eso es una apología no solo de la eutanasia sino del suicidio. Porque no solo se sufren por una enfermedad física. Hay quienes están sanos de cuerpo pero creen, por las razones que sean, que la vida es repugnnate y no merece la pena ser vivida. Y no me imagino a un psiquiatra o un psicólogo dándole un cóctel de pastillas para que se quite de en medio.
El sufrimiento, nos guste o no, forma parte de la vida humana. Los médicos están para moderarlo todo lo que sea posible, no para matar a quien ya no quiere vivir.
Porque, además, bien sabemos que los defensores de la cultura de la muerte, como ese ese señor, no se conformarán con la eutanasia. Llegará el día en que quieran quitar de en medio a los ancianos que han perdido ya el uso de razón. En Holanda hay personas mayores que tienen miedo de ir a los hospitales para que no les hagan “el favor” de adelantar drásticamente su muerte.
Podemos estar, y estamos, contra el encarnizamiento terapéutico. Pero con mayor razón estamos y estaremos contra los que en vez de ayudar a morir, matan al enfermo. Tanto si el enfermo lo pide como si no.
Por si acaso me veo en la tesitura de que alguna de mis enfermedades me lleve a un sufrimiento insoportable, aviso de antemano: que ningún doctor Montes me adelante la muerte. Que ya le ofreceré a Dios mis dolores como hizo mi madre, la cual pasó los últimos años de su vida con mucho sufrimiento, llegando a estar ingresada en una unidad del dolor. Y, por supuesto, me encargaré de decírselo a mis hijos si llega el caso. Visto lo que se nos viene encima, recomiendo al resto de católicos que haga lo mismo.
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