Como dice el Salmista, todos los seres humanos somos peregrinos hacia el cielo: “Peregrino soy sobre la tierra” (Sal 118,19). Benedicto nos acompañó en el camino durante un tiempo, pero ahora toma un atajo, camina más rápido y nos precede, como hacen los contemplativos, ardiendo en deseos del cielo.
Fue un regalo de Dios tenerlo como guía y compañero de peregrinación. Nos explicaba las Escrituras mientras caminábamos y nuestro corazón se inflamaba al escucharlo. Ahora sin embargo, nuestros pasos se separan, porque hay un solo Camino, pero muchas sendas. Con cariño y, ¿por qué negarlo?, con lágrimas en los ojos, me despido de él con un pequeño soneto sobre su nueva vida. ¡Buen Camino, Benedicto!
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