ANNETTE LOPEZ MUÑOZ
ESPECIAL PARA EL NUEVO HERALD
Enviado desde California - EEUU - por George Winch
En esta era de alta tecnología, redes sociales y comunicaciones inmediatas, en Miami viven unas monjas de clausura que se encuentran en campaña de recaudación de fondos para construir un monasterio donde puedan dedicarse a la oración y la agricultura. Lejos de pensar que su estilo de vida es anacrónico, piensan que la sociedad necesita oraciones. ‘’Mientras otras órdenes se encargan de hablarle a la gente de Dios, nosotras nos encargamos de hablarle a Dios de la gente’’, dicen.
“Hay una gran necesidad de oraciones”, afirma la madre Blanca Flor de Jesús, de voz suave, cara risueña, y ademán pausado, superiora de la Orden de las Carmelitas Descalzas, radicadas en Hialeah. ‘’Nosotras podemos irradiarle al mundo una experiencia de paz y serenidad porque vivimos en un ambiente adecuado para ello, no tenemos la memoria llena de imágenes. Estamos preservadas en ese aspecto”.
Las redes sociales de comunicación les son ajenas a este grupo de religiosas dedicadas a la soledad y la contemplación.
“La última película que vi fue antes de entrar en el monasterio en Querétaro”, dice la madre Teresa Lucia del Inmaculado Corazón, hasta hace poco la superiora. “Entonces tenía 19 años, parece que fue ayer, como la canción”. Muchas décadas más tarde esta monja de mirada profunda con intensos ojos grises, vistiendo un grueso hábito hasta los pies, dice contar con 62 años y asegura que es enteramente feliz. “Como no voy a ser feliz, tengo el mejor de los esposos”, asegura con una serenidad y alegría contagiosa.
Las Carmelitas Descalzas fue fundada por la intelectual Santa Teresa de Avila, doctora de la Iglesia, en España en 1562. No hay que confundirla con Santa Teresita del Nino Jesús, otra monja carmelita nacida en Lisieux, Francia que celebra su fiesta el 1ro. de octubre, mientras que la fiesta de Santa Teresa es el 15 del mismo mes.
Durante la misa a la que asisten los domingos a las 9 de la mañana en la pequeña capilla de la casa prestada donde viven en Hialeah, se pueden ver a estas monjas dedicadas a la vida contemplativa, cantar sus alegres cánticos, tocar la guitarra y otros instrumentos tras las rejas blancas. A la hora de la comunión, una pequeña portezuela se abre y el sacerdote les pasa el cáliz y las hostias consagradas para que puedan participar en la eucaristía.
Una vez acabada la misa dominical se puede hablar con ellas siempre a través de las rejas. Los fieles llegan con sus peticiones, para hablar de sus problemas y traerles regalos. Pero también a comprarles granola y dulces que ellas mismas hacen.
“Oramos las 24 horas del día”, cuenta la madre Flor. “Hasta cuando dormimos, nuestros corazones velan”. Ocho de estas 11 monjas vinieron del monasterio que las Carmelitas Descalzas tienen en Querétaro, México. Como no había Carmelitas en el sur de la Florida, la Iglesia de Roma aceptó el inusual desplazamiento de estas monjas a Miami donde llevan orando más de 10 años por esta comunidad, con la discreción que las caracteriza.
Llegaron con poco equipaje pero no con las manos vacías. Cargaron con una imagen de un Cristo gigantesco que ahora cuelga de una de las paredes de la capillita. “Logramos pasar todos los controles pero cuando llegamos al avión uno de los hombres que atendían me dijo de mala gana ‘señora, no puede entrar en el avión con ese bulto’”, explica la madre Teresa. “No es un bulto le dije, es una imagen de Cristo y si no lo deja ir en cabina yo me quedo y ya veré cómo me las arreglo”. El piloto alarmado salió a ver qué pasaba pero cuando vio a la monja cargando al Cristo, implorando llevarlo con ella, no pudo más que hacerse la vista gorda. “El Cristo cupo justo donde levantaron dos hileras de sillas”, dice la madre Teresa con orgullo.
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