El infierno es usualmente imaginado como poblado por demonios, quienes atormentan a los condenados.
Segun algunos teólogos, Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno.
No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida. La misma dimensión de infelicidad que conlleva esta oscura condición puede intuirse, en cierto modo, a la luz de algunas experiencias nuestras terribles, que convierten la vida, como se suele decir, en «un infierno».
Con todo, en sentido teológico, el infierno es algo muy diferente: es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.
El papa Benedicto XVI ha asegurado que el infierno existe y no está vacío. No es anuncio nuevo, en 2007 ya mencionó la existencia del infierno como lugar, algo que su antecesor, Juan Pablo II, había rechazado. El Papa, durante un encuentro mantenido con párrocos romanos con motivo del inicio de la Cuaresma, ha mandado un mensaje a los fieles: la salvación no es inmediata ni llegará para todos, por eso ha querido destacar la posibilidad real de ir al infierno.
Resulta interesante descubrir que existen más versículos bíblicos acerca del infierno, que los que existen acerca del cielo. He aquí algunos versículos del Antiguo Testamento sobre el infierno.
Daniel 12:2 revela: “Y del polvo de la tierra se levantarán las multitudes de los que duermen, algunos de ellos para vivir por siempre, pero otros para quedar en la vergüenza y en la confusión perpetuas” El infierno es descrito aquí como eterno.
Isaías 66:24 declara: “Entonces saldrán y contemplarán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí. ‘Porque no morirá el gusano que los devora, ni se apagará el fuego que los consume:¡repulsivos serán a toda la humanidad!’”. En esta escritura, el infierno es descrito como un lugar donde el fuego no se apaga.
Deuteronomio 32:22 enmarca al infierno como un lugar donde Dios derrama su ira: “Se ha encendido el fuego de mi ira, que quema hasta lo profundo del abismo. Devorará la tierra y sus cosechas, y consumirá la raíz de las montañas”.
Salmos 55:15 ilustra al infierno como el reino de la maldad: “¡Que sorprenda la muerte a mis enemigos! ¡Que caigan vivos al sepulcro, pues en ellos habita la maldad!”.
Existen seis lugares en la Tierra en los que se cree se encuentran las verdaderas entradas al Infierno. Algunas de estas “puertas” serían un volcán en Islandia, una cueva en las junglas de Centro América, otro cráter sulfuroso y humeante en la misma región y un lago de fuego en África.
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