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miércoles, 6 de octubre de 2010

Marabunta: La muerte de la selva

Lilia Veloz (especial para ARGENPRESS.info)
Enviada por Julio Victorio Puzzillo
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Si se acalla el murmullo de tu fronda ¿dónde anidarán los pájaros pintados?. ¿Dónde se ocultarán tus ríos de aguas frescas?. ¿Dónde el yaguareté se desdibujará sin tus ramas?. ¿Dónde el bramido del puma y de la pantera, resonarán?.

Si tú mueres, sólo habrá un silencio de soledad inmensa, en la que el viento lamerá la yerma desnudez de la tierra, otrora vestida de terciopelo verde, adornado de guirnaldas de flores y de lianas, los pies descalzos, hundidos en tu vientre.
Si tú mueres, callarán del pájaro los trinos, los ríos no trasladarán paisajes, ni mensajes traerán de las montañas, ninguna fiera bramará en tu espesura, ni en otro sitio de la estéril tierra.
Si tú mueres…. Muere la vida.

Todo en la naturaleza está regido por leyes físicas y biológicas, en cuyo frágil equilibrio se juega la supervivencia de todos los seres vivos.
En la pirámide alimentaria, el primer escalón, sino los cimientos de la misma, está constituido por las plantas, seres capaces de fabricar su propio sustento, servir de alimento a los herbívoros y omnívoros y, por si fuera poco, elimina el CO2 de la atmósfera y libera oxígeno O2 a través del proceso de la fotosíntesis.
En otras palabras, son el pulmón del mundo.
La biomasa más importante de este universo vegetal, está conformada por los bosques tropicales, dentro de los cuales la Amazonía es la zona más extensa, ocupando dos quintos de la superficie de América Latina.

La cuenca amazónica, de cinco millones 800 mil kilómetros cuadrados, está vertebrada por el río Amazonas, el más largo del mundo según últimas publicaciones, y ocupa casi la mitad del Brasil, parte de Ecuador y de sus países limítrofes, con excepción de Argentina y Uruguay. Por sus venas, corren los dos tercios del agua fluvial del mundo.
En las estimaciones difundidas por la FAO en 1990, la superficie forestal del mundo era tres mil 443 millones de hectáreas, es decir, 27 por ciento de la superficie total del planeta, cifra que mensura la cantidad pero no la calidad de los bosques, pues incluye los nativos, los modificados y los cultivados.
Tres países, la antigua URSS, con 22 por ciento, Brasil 16 % y Canadá 7 %, concentran el 43 % de la superficie forestal universal.


Salvaje deforestación en Latinoamérica, Africa y Asia

La naturaleza nos brinda cuatro elementos que son indispensables para la vida y que, por ende, son bienes universales: el sol, el agua, el aire y la tierra.
La tierra ya ha sido privatizada y casi todo el mundo acepta esta apropiación como algo natural hasta que llegará el momento en que la producción agraria y el beneficio colectivo de la misma, sea una condición indispensable para la supervivencia de la humanidad.
Se ha vendido el sol en Zurich, donde las casas construidas en las márgenes más soleadas del lago son más caras, y se vaticina que las próximas confrontaciones bélicas estarán motivadas por el control y uso del agua dulce.
El cuarto elemento, el aire, tan escurridizo, no se deja privatizar pero no puede evitar que lo contaminen. Su composición depende del equilibrio de los gases tóxicos, entre ellos el CO2 y el consumo y la renovación de oxígeno, procesos ambos regulados por la fotosíntesis.

Según la FAO, 13 millones de hectáreas de bosques se deforestan cada año, comprendiendo seis millones de los primarios, los más ricos en biodiversidad.
En términos porcentuales, Nigeria con 36 por ciento, encabeza el índice de mayor deforestación en el mundo, en tanto que Brasil la encabeza en cifras absolutas en el periodo de un año. Entre mayo del 2000 y agosto del 2006 el país perdió 150 mil kilómetros cuadrados.
Entre los países de más rápida deforestación (1990-2005) figuran Indonesia, Ecuador, Ghana, y Honduras a la cabeza, con 37 por ciento de deforestación en cada uno. Para muchos de estos países, la exportación de madera ocupa entre el 10 y 20 por ciento de su comercio exterior.

En Paraguay, donde existen dos ecosistemas boscosos, el de la región oriental y el de la occidental, se ha deforestado el 90 por ciento de la selva entre 1945 y 1991.
De los ocho millones 300 mil hectáreas, quedan apenas entre 800 mil a un millón. La tala continúa en nuestros días a pesar de las tímidas y burladas leyes de protección a los bosques, los cuales encierran, además de las riquezas conocidas, un inmenso tesoro de plantas medicinales, estimadas en 600 especies, las cuales son utilizadas por los indígenas desde tiempos inmemoriales.
La población nativa, desplazada de su hábitat, está enferma, hambrienta, desarraigada, marginada y despojada de sus bienes naturales y de su cultura,. Engrosa los cinturones marginados de Asunción, mendigando a los organismos estatales lo que le es propio por derecho.

La selva oriental, en la que se encuentra el Bosque Atlántico, perdió siete millones de hectáreas y la occidental un millón 250 mil. En esta última, 36 por ciento de la deforestación se debe a la ganadería y la agricultura explotadas por los menonitas.
Las grandes causas de la deforestación, son siempre económicas y, dentro de ellas, la ganadería extensiva y los cultivos de exportación, son las principales.
En cuanto al consumo de madera para el uso doméstico e industrial, varía según los países. A modo de ejemplo, el consumo por cápita de madera aserrada y paneles es diez veces más altos en los países ricos que en los pobres.
Por el contrario, el uso de leña como combustible, es muy superior en los países pobres, 58 por ciento de energía en Africa, 15 en Latinoamérica y 11 en Asia. En más de 40 naciones, la madera es fuente del 70 por ciento del consumo energético nacional. El comercio crece más rápido que la producción.

Los cinco importadores principales, Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido e Italia, compran el 50 por ciento de los productos exportados. Los cinco exportadores mayores son Canadá, Suecia, Finlandia y otra vez, Estados Unidos y Alemania. Brasil, Indonesia y Malasia contribuyen con el diez por ciento.
La fabricación de papel es una de las grandes causas de deforestación nativa, a cambio de monótonas plantaciones de pinos y eucaliptus, que nada dejan crecer bajo su sombra: son desiertos arbolados.
En los altisonantes congresos centrados en la ecología, se habla hipócritamente de la utilización sustentable de los bosques, pero no dicen sobre qué troncos sustentarán sus palacios de palabras, si ya no quedan árboles.

Los informes de los organismos oficiales, nacionales o internacionales, al referirse a la selva, lo hacen en términos de recursos forestales y no de bienes forestales, poniendo énfasis en los beneficios materiales y no en la inmensa biodiversidad que encierra y ofrece en un despliegue estético de belleza incomparable.
Según publicaciones varias sobre deforestación del Amazonas, sólo la cuenca del Río Amazonas, abriga 40 o 50 por ciento de las especies acuáticas del mundo, de las cuales, 27 mil están en peligro de extinción.
En México, la REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y/o Degradación Evitada de Bosques), propone gratificar económicamente a quien ocupe una extensión boscosa y deje sin talar el 10 por ciento, es decir que se le permite y se le paga por arrasar el 90 por ciento restante.

Se suma a la larga lista de causas de deforestación, la tala ilegal y la construcción de represas que sepultan bajo agua miles de kilómetros cuadrados y, por último la minería que, amén de deforestar, necesita rutas para el transporte de sus productos y contamina el ambiente. Los incendios, que a veces cubren cientos de kilómetros cuadrados, lanzan al aire CO2 (efecto invernadero) y óxido nitroso (lluvia ácida).
Es hora de que los intereses generales de la humanidad primen sobre los intereses particulares y estatales. El daño a la naturaleza no tiene precio. ¿O será que el hombre del futuro consumirá alimentos artificiales y portará una máscara de gas con un balón de oxígeno a la espalda, en una tierra desierta?. ¡¡Ah, se le olvidó el agua!!. No irá muy lejos.


La marabunta avanza sobre la selva.

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